Sufismo y Medio Ambiente
Las enseñanzas del sufismo brindan métodos y oportunidades para personas interesadas en alcanzar la paz y el consuelo espiritual. El sufismo enseña a reconocer y mantener la ley esencial de la existencia: el equilibrio. El equilibrio es un elemento que abarca toda la existencia, y por ende, a cada individuo, resultando así, en la armonía de la comunidad en su conjunto.
El equilibrio también está representado por el verso “Alif Lam Mim” en el Sagrado Corán, capítulo al-Baqara (2:1). Este versículo simboliza el equilibrio inherente y necesario en los aspectos terrenal y celestial de la vida. Si bien las prácticas espirituales como la oración diaria (namaz) o Tamarkoz® (el método Tamarkoz es el arte del autoconocimiento a través de la concentración y la meditación) desempeñan un papel importante en las enseñanzas del sufismo, el mismo amor y atención se presta también a otros aspectos de la vida. Esto incluye no sólo el compromiso con la comunidad sino también el cuidado del medio ambiente.
Algunas de las formas en que MTO® y sus estudiantes demuestran su preocupación por el medio ambiente, incluyen el compromiso de reducir la cantidad de residuos generados. En los edificios de MTO de todo el mundo se presta especial atención a la adquisición de materiales reutilizables, tanto en la construcción como en las actividades cotidianas. Incluso acciones aparentemente pequeñas, como moderar el uso de agua y energía, tienen como objetivo garantizar el bienestar del medio ambiente a largo plazo.
Estas prácticas son un recordatorio constante de que los recursos proporcionados a los humanos en el planeta, deben usarse con prudencia. Tratar nuestro planeta de manera responsable es una forma de expresar gratitud y crear una prosperidad duradera para las generaciones futuras.
Otro principio en las enseñanzas del sufismo es la purificación y educación continua de uno mismo, para que el potencial inherente de cada individuo pueda presentarse en su forma absoluta. El profesor Nader Angha, maestro sufí de MTO, ha utilizado la analogía de la semilla plantada para simbolizar la relación entre el individuo y el medio ambiente. En este ejemplo, el profesor Angha describe la semilla que ya posee el conocimiento necesario para nacer y expresar su potencial inherente en su forma más bella, pero es el jardinero quien debe tomar las medidas necesarias para crear un entorno para que la semilla florezca. El jardinero se asegura de que el proceso se pueda realizar sin complicaciones, seleccionando el lugar adecuado, aplicando los pasos necesarios y tratando las enfermedades que surjan. El jardinero no hace esto para restringir la semilla en su proceso natural o para crear algo artificial, sino para crear las condiciones necesarias para que la semilla manifieste su conocimiento y prospere.
En nuestro día a día, esta es también tarea de los humanos. El planeta en el que vivimos ya posee todos los conocimientos necesarios para mantener el ciclo natural de la vida. La intervención humana conduce a menudo a una limitación de este proceso y, en última instancia, a un desequilibrio de todo el ecosistema.
Juntos estamos comprometidos con acciones beneficiosas para nuestro planeta, que le permitirán prosperar durante generaciones, hoy y en el futuro.

